– Por Virginia Alberdi Benítez –

En 1981 una exposición realizada en el Centro Internacional de Arte de La Habana se convirtió en un referente en la evolución del lenguaje visual en Cuba. Titulado como Volumen I, un grupo de pintores1 reunió obras de disímiles estéticas que muestran una actitud aparentemente paradójica para apropiarse de las tendencias de la época en los centros de arte legitimadores de Europa y Estados Unidos y de ellos indagar sobre las identidades de las culturas del llamado Tercer Mundo.

Diez años después, Varios de los pintores reconocidos internacionalmente de ese evento se trasladaron a otros países para vivir y trabajar allí.. No fueron los únicos; otros creadores de sucesivas promociones se han asentado en el exterior durante los años 90 y principios del siglo XXI. Por un lado, el empeoramiento de la economía cubana tras la caída de la Unión Soviética y los países socialistas de Europa del Este, y el resurgimiento de la hostilidad estadounidense tuvo un efecto muy negativo en la calidad de vida de los cubanos, y por otro lado, el posicionamiento emergente del arte cubano en el mercado, influyó en ellos para considerar la migración como una posible alternativa. La lista de artistas formados en escuelas de arte., tanto en Cubanacán como en las escuelas de arte provinciales, vivir y trabajar en diferentes países sería muy largo, por lo tanto y para no hacer una selección engorrosa, Solo tendré en cuenta a tres de los artistas más exitosos y reconocidos internacionalmente en el mundo artístico..

sin embargo, No debemos ser absolutos sobre los términos del antes y después de esa historia.. Hubo algunas exposiciones antes del Volumen I, como las celebradas en Cienfuegos en 1979 (Pintura fresca, Galería de arte en 54th Street, organizado por Leandro Soto), y en La Habana en los primeros meses de 1981 (Sano y sabroso, en 23 y 12 Centro de Arte), y también el impacto de la labor educativa de las Escuelas de Arte, particularmente la Escuela de Arte Cubanacan a lo largo de los años 60 y 70.

Una práctica docente que combinó la más rigurosa formación en herramientas técnicas y el estímulo al libre pensamiento creativo se ejerció primero en la Escuela Nacional de Arte. (ENA) y luego en el Instituto Superior de Arte (ES UN), fundada en el mismo lugar en 1976. La mayoría de los profesores, especialmente los más recordados- Fueron quienes promovieron actitudes de renovación e inconformismo en los estudiantes.. Si uno de los líderes del Volumen I, Ricardo Brey, que discutiremos más tarde, sostiene que “mi estilo es pensar” es porque vivió esa experiencia desde su iniciación académica.

También hay que decir que vivir en otros países no supuso una ruptura con los orígenes ni con el orden emocional o la agenda profesional para varios de los integrantes del Volumen I y otros artistas que vinieron después.. Muchos de ellos vienen y vuelven, exponen su obra en La Habana y otros lugares de Cuba, están incluidos en los museos y representan el arte cubano dondequiera que se encuentren.

Obviamente, las jerarquías son importantes para el reconocimiento social. El más exitoso del grupo del Volumen I es Tomás Sánchez. En 2013, cuando Sothesby's subastó la colección del magnate mexicano Lorenzo Zambrano, presidente de la transnacional Cemex, Sanchez´s painting Mediador y laguna escondida en el bosque was acquired at $653,000, sobre obras de los maestros de la vanguardia cubana de la primera mitad del siglo XX, Wilfredo Lam ($401,000) y Amelia Pelaez ($341,000).

Tomás vive en Costa Rica en un entorno natural, donde pinta y fotografía, pero pasa tiempo en Cuba y Estados Unidos. Originario de una zona rural, nació en una comunidad productora de caña de azúcar en la región central de la isla, Pertenece a la primera generación de artistas formados en Cubanacán..

Aunque inicialmente hablar sobre su deseo de estudiar pintura formalmente no fue del agrado de su padre, OMS, según la convicción de un paisano de su tiempo, Quería que tuviera un oficio que le permitiera vivir para él., recibió apoyo al mudarse a La Habana en 6 y luego empezó a frecuentar bibliotecas, museos y galerías, e inscrito en la Academia de San Alejandro.

Se sabe que en ese momento, mediados de los 60, la Academia no era precisamente un lugar beneficiado de la vanguardia, así Tomás dio el salto a la Escuela Nacional de Artes (ENA). Los profesores que tuvo allí son ejemplos de la combinación de rigor y libertad en la formación.: Felix Beltrán, Pedro Alpizar y Adigio Benitez en materias técnicas y Sara Figueroa, Georgina Gainza, y Sergio Benvenuto en los teóricos. Recibió indirectamente orientación de Servando Cabrera Moreno. Pero la principal mentora de esos años fue Antonia Eiriz, Ñica, como la llamaban sus íntimos, y comenzaba a convertirse en un mito del arte cubano. Su discurso artístico, insertado en el aspecto más desgarrador de la nueva figuración, impresionó mucho al joven artista, al punto que su aparición en el escenario de conocimiento público estuvo marcada por composiciones de clara afiliación expresionista.

En su repertorio de imágenes los paisajes son los más frecuentes. Pero también tiene otras dos áreas temáticas principales., Crucifixiones y recolectores de basura. Toda su obra muestra visible filosófica, implicaciones místicas y ambientales.

Si en la tradición del paisaje cubano, incluso en el que destaca por su calidad técnica, Previamente había prevalecido una visión bucólica, en la obra de Tomás hay un quiebre de esa mirada. De hecho, él dijo: “Nunca digo que voy a pintar un paisaje cubano.” No le interesa reproducir servilmente lo que ve el ojo, pero lo que siente la retina, y ahí se diferencia radicalmente de los artistas hiperrealistas y fotorrealistas. Cada obra, en su enfoque intrínseco desafía las convenciones realistas en otra dirección. El pintor no se limita a recrear la naturaleza sino que insiste en cuestionarla; en avanzar a través de él en sí mismo, en un auténtico y conmovedor acto de autorrevelación.

Tres veces podrían ilustrar el camino de Ricardo Brey, un habanero que vive en Bélgica desde hace más de dos décadas: su selección para formar parte de la Documenta en Kassel en 1992, que lo hizo visible para la crítica internacional; el universo de la exposición personal, que se exhibió durante largos meses en 2007 en el Museo Urbano de Arte Contemporáneo (SABOR), Gante, formado por mil dibujos, y exposición que llevó al Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana en 2014, que marcó su regreso a Cuba.

Con esta exposición no llegó a recuperar el tiempo pasado ni a mostrar cuánto de su obra ha sido negada por hoy., sino revelar las inquietudes que le han llevado a ser un ejemplo representativo de una de las corrientes más incisivas del arte occidental, uno que se basa en el encuentro conflictivo entre la racionalidad heredada y la renovación de los mitos.

Recientemente declaró en una entrevista: “¿Qué te llevas de tu país de origen?? No traje añoranza, pero tengo una antena larga. En mi trabajo, ahora que volví después de veinte años, Me digo a mi mismo: ‘! Estaba inventando una realidad que funcionaba aquí.! ´ Y mi trabajo ha sufrido una evolución porque, aunque he tenido un relativo éxito comercial que me ha permitido total independencia creativa, mi estilo es pensar. No tengo estilo de pintura. No tengo escultura de estilo. Mi estilo es pensar. creo, y mientras siga funcionando y no se petrifique en una cosa académica, Seré un artista como sueño ser en estos momentos. Esto es lo que me permite tener ese liquido, condición del plasma, en mi forma de trabajar. Y que reaccionar orgánicamente a las sensibilidades que existen en el medio. ”

Impulsado por el Volumen I, Brey favoreció mucho antes el dibujo en un entorno educativo donde esa asignatura era el soporte para el desarrollo de las habilidades artísticas. Pero también su formación estuvo influenciada por un clima donde todo fue sometido a evaluación crítica.; filosofía, sociología, estética, política, utopías, la relación con el mercado.

Otro artista de la generación del Volumen I, con una presencia pujante en circuitos internacionales, especialmente de los Estados Unidos, Dónde vive, es José Bedia. En la década de los 70 estudió sucesivamente en la Academia de San Alejandro y en el Instituto Superior de Arte. (ES UN), donde formó parte del primer egresado de la especialidad de pintura a nivel universitario.

Profesor de Historia del Arte, Antonio Alejo, lo llevó a estudiar las culturas precolombinas de América Latina y el Caribe y a conocer las realidades de los pueblos originarios del hemisferio occidental. Esa indagación transformaría la visión del entonces joven artista, al punto que tanto su pintura como sus instalaciones se han caracterizado desde los años 80 hasta la actualidad por una impronta antropológica.

Esta visión está confirmada por una experiencia reveladora.. Bedia en febrero 1985 obtuvo una beca, gracias a los buenos oficios del reconocido artista uruguayo Luis Camnitzer en Old Westbury College, parte de la Universidad Estatal de Nueva York. Visitó museos, se interesó en las obras de Keith Haring y Jean-Michel Basquiat y conoció al poeta de la nación cherokee Jimi Durham, quien facilitó un viaje a Dakota del Sur para entrar en contacto con la Comunidad Sioux en la reserva Rosebud.

La Cama que se presentó en La Habana en dos muestras tituladas Crónicas Americanas en 1982 cuestionando la imposición de modelos occidentales a los pueblos nativos americanos desde la llegada de Columbusto a estas tierras., Se convirtió en un medio mucho más comprometido con las visiones ancestrales del mundo..

Puedes ver sus pinturas en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana así como en instituciones de Los Ángeles., Nueva York, Bostón, Miami, Aquisgrán, Berlina, Tel Aviv y México. El coste de sus obras en el mercado ha ido en aumento desde finales de los 90 hasta finales de la primera década del presente siglo..

La forma en que ha gestionado su inserción en los medios de legitimación del arte –museos, galerías de arte y colecciones de los países industrializados- merecía la siguiente reflexión del crítico cubano Orlando Hernández:

“Cada vez que Bedia traslada a sus obras todo ese rico cuerpo de conocimientos y "tradicionales’ experiencias culturales y estéticas está cooperando involuntariamente con la reactivación artificial del arte occidental, con su resurgimiento simbólico y haciendo menos notoria su debilidad con respecto a la vitalidad y coherencia de estas prácticas estéticas no occidentales de las que se ha apartado su obra. De cualquier manera, lo que le permite a Bedia retener su esencia positiva y optimista a pesar de estos conflictos y dilemas, es la confianza de que alguna vez dejaremos de ser los Otros para volver a ser nosotros mismos. No convertirnos en los nuevos ocupantes del Centro sino recuperar al menos el lugar que nos corresponde dentro de la infinita variedad de culturas del mundo. “.